Escuela primaria*: ¿Un periodo demasiado largo para los niños dotados?

¿La escuela primaria* sería un calvario para los niños dotados? Arielle Adda se pregunta.

 

Los niños dotados entienden naturalmente la importancia del saber para crecer y mejorar como siempre lo han querido.

 

Es decir, se acomodan más o menos fácilmente a la lentitud y a las repeticiones de la enseñanza parsimoniosa que se les dan. Las posibilidades de escapar a esta incomodidad son más bien reducidas: los padres se sienten sin recurso frente a la obligación del año de nacimiento, e incluso si perciben un malestar borroso de su hijo, tienen dificultad en hacerlo entender a los profesores. En cuanto a los niños, reaccionan según su naturaleza, pero, que estén demasiado activos, habladores, agitados o que estén acurrucados en silencio, sólo logran atraer problemas y un montón de malentendidos: es el principio de todos los problemas que tendrán que afrontar a lo largo de su existencia.

 

Los niños nacidos a principios del año son particularmente víctimas: sufren una estancia prolongada en preescolar, caerle 4 años, sobre todo los que estaban tan impaciente por ir a la escuela que fueron admitidos antes de los 3 años.

 

Durante estos años que se prolongan al infinito, ya más de la mitad de su existencia, se resignan y acaban por pensar que es su suerte aquí, en la tierra. Alguien hubiera decidido para ellos que el saber les sería dado lentamente, cada nueva etapa sería ahogada dentro de un montón de datos que conocen desde siempre. Deberían quedar perpetuamente atentos para coger al vuelo una nueva información, pero claro, esta estará repetida, no es necesario preocuparse.

 

Si es naturalmente sociable, tiene amigos y juega con placer con ellos, pero en él desapareció el impulso que le empujaba hacia la adquisición de todos los aprendizajes. Piensa sinceramente que la suerte decidió otra cosa y que no puede rebelarse contra este destino tan potente. Sus mismos no podrían: son reducidos a la impotencia, todo como no se puede luchar contra la muerte, la enfermedad, las catástrofes ordinarias cuyos humanos deben acomodarse bien.

 

Este camino paralelo que toman a su pesar los niños dotados que se estancan en escuela infantil no parece como tal: incluso ahogados, sus cualidades intelectuales les permiten satisfacer las peticiones del maestro y ser considerado como buenos alumnos. En preescolar y durante la escuela primaria tienen tan poco esfuerzos que dar que se debe estar muy indignado para sacar malas notas. Se puede preguntar a veces si su lamentable letra no sería, para algunos, una manera, a pena disfrazada, expresar su frustración.

 

Es gracias a un examen más importante, como lo permite un test psicológico, que aparece con evidencia la diferencia considerable entre sus capacidades y sus logros escolares.

 

Estos últimos quedan demasiados modestos, demasiados justos: con 6 años, pero todavía en escuela infantil cuando estos niños no tienen ningún deficit específico, a pena leen incluso si saben descifrar correctamente. Sorprendidos, sus padres se acuerdan hasta que punto deseaban aprender a leer, pero era complicado iniciarles a la lectura sino iban a aburrirse en clase.

 

El calculo es también torpe y sin embargo poseen todas las cualidades que les permitirían convertirse en excelentes calculadores.

 

Estos niños frenados en su propio ritmo dan la impresión de estar un poco fuera de la clase que siguen a sus compañeros de clase, escuchan la clase distraídos, pero con discreción para que no sea evidente.

 

En realidad, se muestran a menudo felices escapados en su universo más alegre que el en el que tienen la obligación de vivir una gran parte del día.

 

El fatalismo con el que aceptan su suerte oculta su aspecto afligente lamentable, tanto más cuanto que dan muestra de una mente extremadamente hábil tan pronto como ya no se trata de aprendizajes escolares.

 

El peligro reside en el hecho de que no manifiesten abiertamente su malestar. Se dice «tuvo pena al principio, cuando vio a sus compañeros irse a la escuela primaria cuando él debía quedarse aún en escuela infantil, pero luego su pena disminuyó, se resignó y, ahora, está bien».

 

En realidad, se instaló lo más cómodo posible, en su estatuto de niño un poco retrasado con respecto a sus compañeros, como si no hubiera obtenido el buen pase. No sirve para nada rebelarse contra su destino.

 

Él quien hubiera podido ser uno de los más jóvenes está considerado como uno de los más mayores y, de hecho, se le respetan un poco. Es una pequeña consolación, hubiera preferido, desde lejos, avanzar rápido en los caminos del saber y descubrir cada vez más los secretos del universo.

 

En estos niños, reconocidos como dotados gracias a los tests, las características propias a los niños dotados parecen atenuadas: son menos apasionados, menos impacientes, un poco menos curiosos, pero lo suficiente para no diferenciarse de la mayoría de los niños de su edad. Entonces no nos damos cuenta de nada. La pertinencia de sus observaciones sorprende en el momento, pero no se deduce que este niño en particular posee quizás cualidades insospechados. La frase sorprendidamente juiciosa debía ser accidental…

 

Quedan sin embargo las otras cualidades como la finura de la mente, la rapidez, la rigor, la lógica, pero casi disminuidas, no atraen siempre la atención. Los padres solos tienen una duda, luego hay un largo camino por recorrer hasta que se acepta tomar en consideración la hipótesis de un don intelectual. Sin embargo, en estos casos, el test constituye el único argumento posible.

 

La solución consiste en recuperar esta desaceleración efectuando una aceleración de curso, que será tanto más difícil cuanto que hacer aceptar que estos niños no se diferencian claramente de los demás. Se objetará a los padres inquietos el famoso « falta de madurez » difícil a refutar y que justifica todas las negativas. 
Sin embargo, es preferible luchar para que el niño dotado que ya está resignado pueda conocer la alegría de afrontar verdaderas dificultades, que pueda afrontar un desafío y triunfar gloriosamente.

 

Está claro, deseamos a todos los niños dotados ser felices para que su imagen brillante les guíe en el camino de la realización de sí mismos.

Arielle Adda es la autora de "Niños superdotados: la inteligencia reconciliada"





Y si tú y tu niños habláis francés, os recomiendo el libro "Zacchary l'ourson précoce",
una historia  en la que un osezno se aburre en ciclo infantil...

*Escuela primaria: Aquí el término corresponde a la traducción del término francés "école primaire".

 En Francia, el término "escuela primaria" (école primaire) se refiere a las clases de "Maternelle" más "école élémentaire", lo que corresponde en España al segundo ciclo infantil/preescolar más la escuela primaria.

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